El otro día reflexionaba sobre la falsa sensación de libertad que existe en los juegos de rol, donde una de las limitaciones de libertad la creaba el sistema. Pero, ¿qué pensaríais si os dijera que, además de la libertad, el sistema también nos limita la imaginación? Acompañadme a esta nueva fumatafilosoforolera.
Quienes me conocéis o me leéis, sabéis que de vez en cuando juego a rol con mis hijes.
Jugar con infantes es algo que puede ser horrible por su falta de atención o porque tienen sus días, momentos en los que es mejor no jugar, pero también puede ser maravilloso. Y una de las razones por las que es tan bonito jugar con elles es porque no sabes por dónde te pueden salir, por sus ideas locas y porque en su toma de decisiones no tienen en cuenta qué sistema se está utilizando. Únicamente proponen una forma de solucionar un desafío.
Jugar con gente adulta aporta otras cosas y puede ser igualmente maravilloso, sobre todo porque les puedes explicar en qué consiste un sistema y abrazarlo para conseguir la experiencia que aporta el juego. Por otra parte, hay gente que interpreta increíblemente bien, que aporta locuras al nivel de los niños (Montse, te miro a ti), y que lleva el sistema y el juego a niveles superiores en los que te debes de esforzar al máximo para estar a su nivel.

Sin embargo, no todo el mundo juega igual, afortunadamente, y por diversas razones hay gente que se limita a utilizar las herramientas que propone el sistema en lugar de encontrar soluciones alternativas e imaginativas.
Esto tiene sus cosas positivas: no te encuentras tantas sorpresas y, cuando se presentan desafíos, la aplicación mecánica es sencilla, porque tan sólo hay que aplicar las reglas que una y otra vez utilizamos. Pero también tiene cosas negativas, ya que esta limitación a lo reglado hace que algunas personas no salgan de esos términos. Algo que puede restringir sus posibilidades a la hora de superar un desafío.
¿Esto es malo? ¿Es bueno? Digamos que tiene sus consecuencias, al igual que proponer cualquier idea loca cuando el sistema no está pensado para realizar ciertas soluciones imaginativas. Algo que con infantes y con gente sin mucha experiencia se suele ser flexible con el sistema para intentar sacar adelante esa idea, pero con otro tipo de gente… no.
Personalmente, dentro de unos términos, prefiero que la gente me proponga cosas locas a que se limite al sistema. ¿Por qué? Pues porque si alguien no se conoce bien el sistema o se lo conoce tan bien que intenta retorcerlo a su beneficio, puede hacer que la escena se resienta, mientras que las ideas locas suelen ser divertidas y ayudan a crear semillas de aventuras. Todo dentro de unos límites, claro (ahora los límites son buenos, ¿eh!).
- Si alguien no conoce el sistema y se limita a él, sus posibilidades y capacidad de acción se reducen a mínimos.
- Si alguien retuerce el sistema, es muy probable que se deba detener la sesión para explicar el porqué no, seguramente con la insistencia de hacer cosas así una y otra vez. Esto solo sucede con cierta clase de personas, pero es que suelen ser esa clase de personas las que intentan retorcer el sistema.
Cuando esto sucede, tanto por exceso de conocimiento como por falta del mismo, se puede sentir que el sistema los limita. Que las posibilidades del juego son escasas, pudiendo sentir que el juego es aburrido.
Sí que creo que existe un problema cuando una persona se limita a utilizar el sistema porque no entiende este o porque no es capaz de proponer ideas más allá de los números, quizás por bloqueo imaginativo, falta de resolución ante problemas u otras razones.

Sé que hay gente que disfruta explotando el sistema como si fuera un eurogame, pero para quienes no disfrutan de algo así, en esos momentos el sistema se presenta como una cárcel en lugar de un núcleo común para la resolución de conflictos. Se presenta como algo aburrido en lugar de una herramienta que nos permita divertirnos. Se convierte en las únicas opciones a realizar, cuando tenemos una supuesta (falsa) libertad de posibilidades de resolver un desafío.
El jugar únicamente con los números es algo que llevo muy mal. Los números, las mecánicas, etc., considero que son herramientas que deben ayudar a hacer «real» las soluciones ficticias que se proponen en juego.
En mi visión de cómo se juega a rol, que no tiene por qué ser compartida por nadie más, las tiradas se realizan después de dar una explicación de cómo se trata de hacer algo, no antes. Es posible que la descripción haga que no se realice ninguna tirada o que añada beneficios o desventajas en la misma, pero lo más importante es que crea una imagen de cómo se resuelve la escena. Para mí, tirar dados constantemente es aburrido y me rompe la inmersión.
Soy de esas personas que piensan que la ficción se comienza a crear lo primero y luego van las tiradas, finalizando con la narración de esa ficción que se comenzó antes de realizar la tirada.
Cuando se considera que el sistema va primero, la forma de solucionar casi cualquier cosa es únicamente mediante tiradas y ahí, los dados toman más relevancia que la ficción, limitando nuestra imaginación.
Es verdad que la ficción se puede crear a partir del resultado de los dados, pero si el grupo de juego pone por delante los dados y es quien dirige quien debe dar sentido a todos esos resultados en lugar de poder apoyarse en la ficción creada por quien realiza la acción, se convierte en una carga más en el rol de master. Y quien dirige no es quien se debe de responsabilizar de la diversión del grupo, sino sus miembros en conjunto.