Cuando jugar no es lo importante

En las comunidades de juegos de rol hay una pregunta que se repite cíclicamente: ¿Por qué jugamos a rol? Una pregunta que podemos aplicar también tanto a quienes juegan a juegos de mesa como a wargames. Así que os pregunto: ¿Por qué jugáis a rol/wargames/juegos de mesa?

Jugar es un acto social. Jugamos al guiñote y al futbol, jugamos a la petanca y a los bolos, jugamos a tirar piedras al río y a imaginar qué forma tienen las nubes, jugamos al parchís y al duro, jugamos a rol y al Catán y todo ello tiene algo en común: lo hacemos con otras personas.

Siempre se ha jugado, aunque algunos juegos se han denostado. Cuando crecemos, parece que ya no se puede jugar, porque es cosa de niños. No obstante, seguimos jugando al rabino, al tute o a esa pachanga de baloncesto los domingos por la mañana. Nunca dejamos de jugar. Lo único que cambia es que, en algunas ocasiones, cedemos ante las exigencias de la sociedad y cambiamos de juego para que no nos critiquen, porque según dicen, está mal visto. Porque jugar es cosa de niños. Pero nos engañamos, seguimos jugando, aunque un poco más muertos por dentro.

La raza humana necesita socializar y buscamos formas de hacerlo. Socializamos al tomar café o cuando cenamos con amigues, socializamos al ir a un concierto o a un evento deportivo, y jugar es una forma de socializar. Una forma social de compartir una actividad de manera activa, como protagonistas de la actividad. Y por ello, cuando nos reunimos a jugar, el juego es lo menos importante. El juego escapa de la escena y destacan quienes participan en él. El juego se convierte en una excusa para socializar.

Pero jugar no es sólo socializar. Jugar es una parte de nuestra cultura. Una cultura que integra los nuevos juegos. ¿Quién negaría que el Catán o Dungeons & Dragons no son parte de la cultura de nuestra época? Y gracias a que poco a poco esta clase de juegos se identifican como cultura, ahora la sociedad no critica tanto que se juegue siendo en la adultez.

Jugar también es aprendizaje. Es evidente que los niños aprenden jugando, pero de mayores seguimos aprendiendo. Jugando no sólo se puede aprender a contar, los colores, historia o cómo funciona el mundo. Podemos conocernos a nosotres mismes y a las personas que nos rodean.

Nada mejor que el juego para conocernos. Jugar permite conocer qué le gusta o le molesta a una persona, con qué tipo de películas o libros disfruta, sus comidas favoritas, si tiene un carácter fuerte o más dócil, si mantiene una actitud conciliadora o, por el contrario, guarda rencor, si alguien cuida sus posesiones materiales o hace todo con descuido, si actúa con decisión o con prudencia… ¿Conocer a las personas con las que nos relacionamos y cómo tratarlas no es una forma de aprendizaje?

Jugar crea vínculos de amistad. La amistad, como tantas cosas, puede ser duradera o efímera, pero como el amor, la amistad es eterna mientras dura.

Desde que tengo recuerdos, mis amigues están vinculados al juego. No solo a los juegos de rol, también a los juegos del parque de cuando era un infante. Algo que seguramente os pasará a muchas personas. Pero, pasada la niñez y teniendo en cuenta las amistades desde que comencé a jugar a rol, esta actividad ha sido el puente que me ha permitido conocer a gente desde hace décadas. Y algunas de las grandes campañas que he jugado han forjado amistades que todavía mantengo.

Jugar es más que jugar. Jugar es todo lo que se relaciona con el juego. El café de antes de la partida, el chat del grupo, las cenas después de las sesiones de tarde, preparar eventos, hablar de novedades y sobre las dudas de las reglas, organizar una quedada jugona en una casa rural… Y cuando pasa el tiempo, sin darnos cuenta, el juego no es importante. Nos preocupamos por esa persona que falta a una sesión porque tiene un pariente enfermo, preguntamos por sus estudios o su trabajo, quedamos con ese grupo para ir al cine o simplemente le mandamos un mensaje cuando hace mucho que no sabemos de él o ella, simplemente por saber cómo está.

El acto de jugar es la máxima expresión de ser persona: es arte, es cultura, es creatividad, es creación, es interacción, es conocimiento… estoy convencido de que quien afirme que jugar es de niñes es una persona ignorante o está muerta por dentro. Quizás, por ese motivo, en más de una ocasión he leído que jugar es un acto de rebeldía para seguir siendo niñes. Supongo que la idea es que, si seguimos jugando, mantenemos la chispa de la vida, de la ilusión y la alegría de cuando apenas sabíamos del mundo. De tiempos en los que la ignorancia nos otorgaba la felicidad y el juego sí era lo importante.

Y tras este vómito de ideas y pensamiento, sólo me queda hacer una pregunta.

Y tú, ¿por qué juegas?

¡Que veiga bueno!